La presencia de humedad en un edificio puede afectar gravemente tanto a los materiales de construcción como a la salud de los ocupantes. Existen tres formas principales de entrada de humedad: filtración, condensación y capilaridad.
- Las humedades por filtración se producen cuando el agua entra desde el exterior a través de cubiertas, fachadas, encuentros mal sellados o fisuras. Provocan manchas, degradación de revestimientos, eflorescencias salinas y, a largo plazo, daños estructurales si afectan a elementos portantes.
- Las condensaciones aparecen cuando el vapor de agua interior entra en contacto con superficies frías, lo que puede dar lugar a mohos, malos olores y deterioro de los cerramientos. Son frecuentes en zonas mal aisladas o con puentes térmicos, especialmente en ventanas, encuentros y techos.
- Las humedades por capilaridad ascienden desde el terreno por los muros o forjados bajos, y suelen afectar a sótanos, plantas bajas o medianeras. A menudo generan desprendimiento de pintura, sales, desconchados o incluso daños en muebles y paramentos interiores.
Para prevenirlas, es esencial interrumpir las vías de entrada o formación de agua. Un buen sistema de aislamiento térmico ayuda a evitar condensaciones y reduce la probabilidad de aparición de moho. En zonas expuestas, la impermeabilización de cubiertas, terrazas y fachadas debe ser continua y estar bien ejecutada. En contacto con el terreno, es clave contar con barreras antihumedad y drenaje adecuado.
Una solución integral debe combinar aislamiento, ventilación, impermeabilización y control higrotérmico. El aislamiento, correctamente instalado, no solo mejora la eficiencia energética, sino que también protege los materiales frente a la humedad, al mantener la envolvente seca y evitar las pérdidas térmicas que favorecen la condensación.
Para más información, se puede consultar el documento de ANDIMAT La función del aislamiento en la protección contra la humedad.